lunes, 25 de agosto de 2008

MAÑANA DE GALGOS

Uno de los recuerdos más vivos de mi infancia es la visita al canódromo acompañado por mi padre, era un momento mágico, un mundo de hombres adultos, donde casi nunca encontraba a otro niño.Entrábamos por la puerta principal como famosos actores de cine, pisando un blanco manto de promesas rotas (parece ser que Prícipe Negro no había dado la talla).Nos dirigiamos al bar para almorzar: bocadillo de chorizo y, con suerte, unos sorbos de la cerveza de papá...después nos acercábamos a las taquillas , donde Juan, un amigo de la familia, un pobre diablo al que siempre daban gato por liebre, nos saludaba y nos ponía al día.


-Que tal Juan, ¿como anda la cosa?

-Floja, floja...esto se acaba Agustín, esto se acaba...


Mientras ellos hablaban de sus cosas Yo decidía por quién íbamos a apostar ¿Sultán?, ¿Rayo gris?, ¿Tigre?.Allí solía estar el Tío Cosme, de negro riguroso, con su elegante sombrero, escoltado por todos sus sobrinos y ahijados, atentos al más mínimo movimiento de su bastón.El anciano vigilaba con mirada de perro viejo el panel con el resultado de las carreras, mientras repartía con mano firme billetes y boletos entre sus subalternos...


Una vez hechas las apuestas nos dirigiamos a la grada, con el corazón palpitante examinaba los galgos, siempre me sorprendió que un animal tan feo y de aspecto tan frágil pudiera correr tantísimo.Realmente debían pensar que les iba la vida en ello, perseguir al muñeco era lo que daba significado a sus vidas, ellos lo sabían, y Yo, en cierta medida, los envidiaba.


Daba igual si ganabamos un par de duros o no, lo divertido era descubrir la fauna que se movía en ese ambiente casi prohibido, y sentir la emoción de las carreras.Seguramente aprendí más de la vida en esas mañanas de galgos que en todas las tardes de perros del colegio.Por eso cuando cerraron los canódromos de Barcelona sentí que me desmantelaban un pedacito de infancia, después de todo, en esta perra vida todos somos galgos, corremos tras certezas que nunca alcanzamos, aunque siempre nos quedará aullar nuestras penas a la Luna, que como todos los canes saben, es la mejor psicóloga del mundo.






The Poges - White City
Esta canción fue escrita con el motivo de la clausura del último canódromo de Irlanda


Tío Einar

8 comentarios:

syl dijo...

Tío Einar, tu post me ha puesto los pelos de punta (!) A mí tb me llevaba mi padre a ver esas carreras los domingos por la mañana... Qué cosas nos hicieron vivir en la infancia (!) XD y sí que había pocos niños, sí... Ains.. qué rara la sensación cuando derribaron el canódromo (!)

Anónimo dijo...

No fotis!!! Eras tú!!!

Anónimo dijo...

A mi me llevaba mi abuelito, es curioso como esas pequeñas cosas son las que mejor se te quedan grabadas en la memoria (por algo será)...
Bocata y cocacola en mano yo tenía siempre la esperanza de que aquellos pobres chuchos tan flacos podrían algún dia comer algún que otro conejo, ¡como corría el cabrón! pensaba yo.
Mientras observaba a los "grandes", aquellos señores perfumados (baron dandy) tan elegantes, morenos y con esa manera de hablar tan graciosa, como inundaban el suelo de papeletas.
Alomejor algún dia tan lejano como aquellos, coincidimos en el cadrónomo y sin saberlo años después, nos reencontramos aqui persiguiendo... ¿conejos? no sé, persiguiendo algo.

Anónimo dijo...

"Alomejor algún dia tan lejano como aquellos, coincidimos en el cadrónomo y sin saberlo años después, nos reencontramos aqui persiguiendo... ¿conejos? no sé, persiguiendo algo."

Seguramente, seguramente...todo es un bucle (y una búsqueda) :)

Anónimo dijo...

¡hola!, lagarto, pués yo tambien iba al canódromo
pero hace muchos años antes que tú.

A mi no me llevaba mi padre, lo hacía mi tío. Lo que si recuerdo es que me ponía morada de comer de todo. yo tenía unos ocho años, o sea allá por la era terciaria en el 63 d.c.

A mi lo que me traía de cabeza era el conejo mecánico que ponian, no acavaba yo de entender como podía correr tanto, aquel bicho.

En esta época el baron dandy corría a garrafas.

LLegaba a casa bastante afónica de gritar, y a veces ganábamos y todo.

A ver si un día te pasas por casa, antes de que seas abuelo, hombre.

Dale ánimos a tu madre, que no tenga miedo a operarse , que yo soy ya biónica, toita de titanio, y sigo "pa alante".

recuerdos

Anónimo dijo...

yo me pagaba los vermús con lo que ganaba...

Anónimo dijo...

Bienvenida seas mamá de Papish. Ya veo que Papish te ha dejado mirar detrás de la cortina. Pues nada, nos alegramos de haber despertado tu interés en este blog y así de esta manera certificar al resto de mamás que no nos endrogamos ni nos inyectamos porros. Desde hoy quedas nombrada COMENTARISTA DEL MES. Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Holaaaaaaaaaaa Mamá de Papish! Por supuesto que nos podemos ver, siempre que me invites a pizza de esa que tu haces tán bien...