LAS LENTAS

Ya me gustaría contaros que mi adolescencia la sufrí en garitos oscuros escuchando Joy Division, Anne Clark o SPK, pero aunque me duela, ya que era la música que me hacía sentirme un ser superior al resto del populacho, lo que frecuentaba en las discotecas era más bien otras más bien menos cultivadas y exigentes, pero con fines bien dirigidos y todo hay que decirlo, efectivas. Modern Talking, Tino Casal, Spaguetis Mix y Maxmixes reinaban las pistas de las discotecas de mi pueblo, y era algo que tenías que aceptar si querías sentir la acongojante sensación de entrar gratis en la disco poniendo cara de VIP, y salir 50 veces a consumir en la bodega del Richard Viejo Zorro (no es broma) alguna vinacha peleona y barata.
¿Recompensa? pues sencillo, eran los sitios donde más chicas acudían, ya que por aquellos allendes ellas entraban totalmente gratis. La ecuación era sencilla y apabullante: Discoteca llena de chicas + Ormonas furiosas + Poco dinero = Hordas de gañanes rebosando estupidez e insensatez a paladas. Y si tus dotes de gallito de corral no funcionaban ni con esos calimochos de más, pues siempre nos quedaba LAS LENTAS.

Si amig@s, alguno puede que no sepa realmente de qué hablo, pero es que hace eones sobre las 9 de la noche de los fines de semana, en muchas discotecas comenzaban las lentas, o sea , bailes de parejas agarradas en un torpe y ancestral rito de sacar a la chica a bailar (Se dieron casos a la inversa, pero creo que era una leyenda cruel). Igualico que en las verbenas de los pueblos donde las mozas esperaban al zagal más cerril para lo que en nuestra jerga se llamaba “restregar la cebolleta”. ¿Cuántos veinteañeros de hoy se habrán incubado en una de estas pícaras sesiones que apenas duraban media hora?

¿Cómo funcionaba este rupestre ritual? En cuanto comenzaba la primera balada de Scorpions, la pista se vaciaba como si algún gas radiactivo se hubiese propagado. Gran parte del personal femenino se apresuraban a refugiarse en los lavabos, y las más intrépidas quedaban a merced de los gallardos pretendientes que ya habían elegido sus presas con antelación. Sólo disponías de media hora para decidirte, y nunca faltaba un buen amigo por encima de tu hombro intentándote dar ese empujón que los yintonis no habían conseguido. Poco a poco las parejas comenzaban a retomar la pista debidamente iluminada por las luces de la bola-espejo, y mientras nuestras dotes coreográficas se limitaban a buscar dónde podíamos poner nuestras zarpas sin parecer un sinvergüenza, los amigotes entre sana envidia y cierta tendencia a la mofa cruel, te hacían señales de campeón desde la gradas.

¿Y luego? Bueno, doy fe que gracias a estas sesiones de “a la caza” muchas parejas hoy gozan de una discreta salud conyugal y siguen escuchando estos empalagosos temas con un lagrimón, y todo hay que decirlo, una sana intención de contar batallitas de puretilla y rescatar del casposo olvido, una manera de relacionarte mucho más intensa y física que muchas redes sociales y bastante más carnal que un chat. ¿Bailas?

Supersonic-Man