EL ÁRBOL DE LA VIDA

No quiero, no debo dejar pasar mis aún palpitantes impresiones sobre “El Arból de la Vida” dirigida por ese escultor de imágenes llamado Terrence Malick. Estamos ante una película para redescubrir a Malick en sus estado más esencial o disfrutarlo desprovisto de cualquier atisbo terrenal. La película, más que buscarle una referencia para querer comprenderla o analizarla desde un punto de vista de un historia contada, hay que dejarla fluir por nuestros ojos, nuestra mente y nuestro alma para retener toda la poesía visual que inunda la pantalla y colma nuestros corazones. Imaginad “La Delgada línea Roja” y “El Nuevo Mundo” desprovista de toda atadura terrenal y marcada por la deidad de buscar el sentido de la vida, la muerte, el desasosiego de no encontrar respuestas a nuestra efímera existencia.

Una madre como elemento divino de la creación. Un padre (una vez más un Brad Pitt estupendo) buscando interceder ante las fuerzas naturales de la vida y el azar flotando sobre nuestras decisiones. Un niño luchando por ser un niño, un hijo y un milagro y todos sus misterios indescifrables. Una voz en off busca las respuestas a nuestra paz interior y la crueldad de los actos de la naturaleza y nosotros como parte de ella, con toda su grandeza y toda su insignificancia.

Me temo que aún no soy lo suficiente consciente de esta obra que me acaba de inundar y tal vez mi aun tierna condición de padre, me haga ver esta obra desde un vértigo emocional estremecedor que me desnuda ante la fragilidad de la vida y lo intrínseco de nuestros actos.

Una obra maravillosa que transciende de la sala de cine y nos acompañará el resto de nuestras vidas, el resto de nuestras muertes.

Supersonic-Man