QUE NO TE CUENTEN EL FINAL

El final es lo que cuenta, eso lo saben bien las productoras de cine, que muchas veces se reservan los derechos sobre el control del final de la película, para asegurarse que el niño no muere devorado por una araña antropófaga gigante o la mascota repelentísima se salva de ser despellejada como un conejo viejo. Son muchos los finales redondos y son muchos los finales decepcionantes, luego están los que te dejan indiferente, pero al final, la posteridad es la que decidirá.

Podría hacer una injusta lista de finales maravillosos y brillantes, pero creo que se me iría de las manos y no sabría cómo finalizar el post, así que me centraré en aquel que siempre me ronda por la cabezota cuando intentó dar sentido a la vorágine de cine que consumo, a veces por inercia, otras por devoción y siempre por un confesable amor incondicional.

Me dejaré en el tintero los geniales finales de “Una Historia de Violencia” (David Cronemberg), la siempre recurrente “El Planeta de los Simios” (Framklin J.Shaffner) o la tramposa de “El Sexto Sentido” (Night Shayamalan) para volver a deleitarnos con los últimos minutos de la sobrenatural (por hermosa) “Una Historia Verdadera” (David Lynch) .

Miradas, gestos, silencios y mucha mucha sensibilidad quedaron filmados para reconsagrar a un director extraterrestre, como el más humanizado que nos ha dado el cine.

Luego está uno de los finales que más he disfrutado como concienzudo espectador, es el final de “El Planeta de los Simios” de Timo Burton. Nunca me he alegrado tanto de que una película se acabase de una vez por todas. ¡Terrible!

Supersonic-Man