viernes, 15 de mayo de 2009

HAY QUE QUITARSE EL SOMBRERO

Tardes de sábado. Mazinger-Z le ha arrancado la cabeza a otro bruto mecánico, mientras los canalones de mi madre se enfriaban bajo mi ausente mirada. Una música reconocible anuncia Primera Sesión, o sea, la película de la tarde que se eternizará hasta los últimos ronquidos de la siesta de mi padre. Comienza Tarzán, (1934) y la tarde se presta entretenida. Tras 20 minutos de metraje, un infeliz porteador negro cae por un despeñadero desgañitando un alarido que se repetirá a lo largo del metraje, o sea, cuando otro porteador es ferozmente masticado por un león antropófago o corneado por un rinoceronte enfarlopado. Y no me refiero al famoso grito Wilhelm.






Todos los clichés empiezan a circular. Johnny Weissmuller se columpia por unas lianas imaginarias en forma de trapecio. Galopa en cámara rápida como Benny Hill tras un cervatillo sedado, y se ha centrifugado a machetazos un cocodrilo de caucho en un estanque de nenúfares de plástico. Todos estos momentos de máxima adrenalina, tenían su máximo éxtasis cuando otro desdichado porteador era cruelmente empalmerado (delicada técnica que consistía en desmembrar a un porteador mediante dos palmeras tensadas) por una tribu asilvestrada. Momentos gloriosos para los efectos especiales. Momentos sublimes para los porteadores, o sea, los negros.
Realmente no quería explayarme demasiado, ya que sólo quería rescatar unos de los momentos más eróticos que me acompañaron durante mi revolución hormonal. La censura todavía no había desenfundado sus tijeras y gracias a eso, pudimos sumergirnos con Jane en una escena mágica y cargada de una bella inocencia. Aquí justamente es cuando mi padre dejaba de rugir, cual león herido, y despertaba para levantar una ceja.





Luego, con el tiempo, descubres que los diminutos pechos de nuestra Maureen O,Sullivan contrastaban con sus pechos terrestres, ya que dichas escenas fueron dobladas por la nadadora olímpica Josephine Mckin.
Por lo menos siempre nos quedará la caballerosidad de aquellos tiempos, en la que quitarse el sombrero ante una dama, siempre era un gesto respetuoso y decoroso. O no.

Atención a lo que nos descubre el sombrero
Supersonic-Man

5 comentarios:

ana dijo...

Cuántos recuerdos me has traído Super! Si! las tardes de los sábados!
La escena del estanque y ella nadando no la recordaba especialmente, es una maravilla!
Pero la de los negros desmembrados o cayendo por barrancos y acantilados abajo si! pobres! la verdad es que siempre pringaban!

PAPISH dijo...

Joder que flashblack!! jajajaja me ha venido la imagen precisa de yo tirado en el suelo moquetado y pensando, vale que son negros pero como se pasan!! jajaja tendría unos 7 añitos...

Anónimo dijo...

Estas y las películas de Elvis, momentos gloriosos de la infancia televisiva.

Sata

Supersonic-Man dijo...

Es fantástico comprobar que existe gente que haya recopilado en youtubes estos grandes momentos. Las escenas de los empalmeramientos me ha sido imposible encontrarlas. Igual si busco por Elvis, Hawai......

Tío Einar dijo...

Maureen O'sullivan, que cosa más bonita!!! ÔÔ
Aunque la nadadora también tiene un cuerpecito muy mono...
De los despeñamientos de porteadores llevamos tantos años hablando que ya no te digo nada más...