
Ya estamos en pleno periodo vacacional. Normalmente nos aconsejan emplear este tiempo de no-trabajo (por lo menos los que aún tenemos trabajo) en intentar desconectar de nuestras monotonías diarias y a ser posible cambiar de entorno. Nos han enseñado que hay que dejar aparcadas las preocupaciones, el agobio laboral y el pulso de la ciudad por desactividades más jocosas y relajadas. Cambiamos el paisaje, cambiamos de horarios, incluso cambiamos hábitos alimenticios, aunque sea por sólo unos días, aunque sea por poder acompañar esa jarra de cerveza o ese Brut Nature que por casualidad estaba en la nevera o en la carta de chiringo. Incluso cuando hayamos conseguido desconectar de todo eso que nos hace estar correctamente institucionalizados, que normalmente suele ser cuando nos quedan pocos días de vacaciones, incluso puede que nos haya cambiado la cara por algo menos grotesco y menos avinagrado.
Hasta aquí estamos todos de acuerdo en que son cosas que deberían cambiar aunque sea por sólo unos días en vacaciones. Pero una caterva como Fanzinosis se preocupa de qué música vamos a escuchar o qué insensatez de ritmos nos van a enchufar durante esos fugaces días. Será música que posiblemente nos sirva de vehículo memorial de esos momentos, y como tal, deberían enfatizar ciertos estados de ánimo o en su defecto, desmerecerlos. No siempre podremos enchufarnos nuestros emepetreses para aislarnos de la contaminación acústica del chiringuito de playa, o de la ensalada de éxitos veraniegos dispuestos a ser el ingrediente detonante de tu siesta o el preciado secreto de tu sangría.
Pues ahora debería ser el momento de recomendaros esa música de cultureta para haceros más cool y poder humillar a los lugareños de vuestro lugar de reposo y hacerlos quedar como auténticos catetos. Pues no, no voy a daros la brasa con grupillos de medio pelo plagiados de otro blog y cortapegados de otras webs que a su vez ya han copiado de otras más apestosas todavía. No, no os voy a hablar de la música que os tenéis que llevar, si no de las que os tenéis que traer de vuelta, junto a la caña de lomo de pueblo, el imán espantoso para la nevera o esa vinacha que nunca sabrá igual que el día que lo bebisteis por primera vez. Me refiero al sonido del mar al atardecer, cuando el populacho se recoje. A los de una siesta mecida por la nana de una chicharra. El sonido del despertar de un mercado, un zoco o la lonja de algún pueblo pesquero justo cuando el sol empieza asomar. El sonido del tren que te conduce a ese destino o el del aire en tu cara cuando andas ya lejos de la civilización.
Supersonic-Man



Por ese motivo, a los primeros, queremos invitaros a que conozcáis en profundidad la historia del sello en estos 15 años, pues es la historia del rock independiente de este país vista desde el prisma, desde el ghetto si se quiere, del punk, de la música comprometida, sincera, dura y honesta. 15 años en que BCore se ha convertido, poco a poco, sin hacer ruido, en el sello de referencia en el mundo del rock de raíz underground e independiente en España; en que se ha encargado de traer grupos internacionales que nadie conoc ía (¿os suenan unos tales Green Day o At The Drive In?) y descubrirlos a nuestro público. 







“IKEA. Sábado, 2 de julio (1º de mes, uppss¡¡¡) Rebajas, Hospitalet de Llobregat (superpoblación) por unos cuantos motivos y una alineación de planetas y bajo una coacción rozando el secuestro, me vi arrastrado a tener que adentrarme en este abismo para buscar un artículo puñetero, que casi que mejor que me hubiese aventurado a buscar el santo Grial y hubiese acabado antes.
Consigo abandonar ese templo del zombismo en 24 minutos. 
Luego no digas que no te lo hemos advertido.

Mis problemas con los tebeos, Jesusito de mi vida, Chapuzas a domicilio, El estirón, Cinco contra uno y El cuarto de Arlés, componen un fresco por el que desfilan el coleccionismo de cómics en las postrimerías de la infancia, la revista Micromanía, los tomos de Súper humor, las clases de religión, los crucifijos colgados en las paredes de las aulas, las abuelas beatas con sus invocaciones a Santa Bárbara, los meses de julio repartidos entre el trabajo de albañil y las clases de recuperación de matemáticas, las grabaciones en cintas vírgenes de música directamente de la radio, las tardes en la piscina con el radiocasete a todo volumen, la ingesta obligatoria de Calcio 20, la tristeza arbitraria y recurrente, los complejos, los video-clubs, la masturbación compulsiva, la primera película porno y la añoranza tierna y hasta un cierto punto aliviada por todo un tiempo pasado, por los seres queridos que dejamos atrás y por la personas que una vez fuimos y que hemos dejado de ser.
Un tebeo (que no comic) para aquellos que conseguimos sobrevivir a dormir en la habitación más próxima a la puerta de casa ante la inminente invasión de hordas de zombis antropófagos. A conseguir ver masturbatoria a las azafatas del 1,2,3 o la princesa Leia Organa y la mejor consola de videojuegos, era la tabla con cuatro cojines para tirarte por una pendiente de tu barrio, sin apenas coches que la invadieran y poder llegar a casa con pupas en las rodillas o un bofetón bien dado en la cara sin necesidad de denunciar a nadie. Existían los cortes de digestión, y no te podías bañar con las mestruación y si algo fallaba, lo arreglaba el 

