martes, 27 de abril de 2010

EL TRUCO FINAL

Este fin de semana me tocó asistir a unos de esos rituales que parece que van a resistir dentro de nuestras costumbres, tanto por parte de los padres, como por los hijos. Se trata de la Primera Comunión. No pienso entrar en un extenso y sangriento desmenuce de este ritual que creí extinto, ya que se presta demasiado al linchamiento fácil y desmedido por mi parte.

Hoy quiero hablar de magos y magia.
El posterior y obligado convite de los progenitores estuvo amenizado por la actuación de un mago que haría las delicias de los más pequeños y por supuesto algunos de los mayores. El mago se trataba de un chico joven que desgranó todo el manual del mago comedido, o sea, que nada de hacer desaparecer comensales y ni hablar de pasarles el serrucho a la altura del ombligo. Su repertorio se concentró en las anillas que se entrelazan, las cuerdas con nudos que desaparecen y los obligados trucos de cartas. Hasta aquí todo normal, por los menos impregnado de una moderada magia sin entusiasmos. Pero tengo que reconocer que levanté una ceja cuando empezó sacarse de la manga animales vivos tipo pollo asustado, paloma tipo paz o espíritu santo y un centrifugado conejo blanco de esos que siempre te recuerdan al Conejo Asesino, todo amenizado con un humor heredado a veces del gran Tamariz, a veces del insoportable Magic Andreu .Pero lo que realmente me sorprendió hasta la perplejidad, fue la carencia de fascinación por parte del respetable infantil, que en su mayoría se dedicó a intentar desvelar o destapar todos los trucos ahí exhibidos ante la voluntariosa paciencia del prestidigitador. ¿A ninguno se le ocurrió pensar que se trataba de pura magia? ¿Es que la destreza no estaba a la altura del Harry Potter o Gandalf el Blanco?


No amigos, no es culpa del mago el que los niños se fueran indiferentes, más bien es el tipo magia. No podemos compararla con la magia negra que siempre a funcionado en la iglesia y otros encantadores de mentes tiernas. Mis crueles y chantajistas intentos de convencer a mi sobrina de que se revelase ante el impuesto santo sacramento, nunca pudo con el hechizo de “quiero los regalos” y mi voluntariosa insistencia por preservar la esencia de la magia, fueron humillados sin respaldo alguno. Parece ser que hay un programa que se llama el “El Hormiguero” donde un mamarracho se dedica a destripar trucos amparado por una horda de fracasados sin el mínimo escrúpulo por el humor y el sentido de la dignidad. ¿Cómo puedo sentir tantas nauseas por un programa que nunca he visto más de 5 minutos y por sus patéticos integrantes?

Bueno, pues una vez más Supersonic-Man ha fracasado contra la infalible magia de la iglesia y el magnético hipnotismo de la televisión. Con lo que me costó convencer a mi hermana para que no trajese a Jordi Lp, el primer candidato para el evento (esto es cierto, lo juro).

Estamos en 1975, Uri Geller+TV+Directísimo, ni el mismísimo Sauron acaparó tanto poder.



Entrada inspirada por mi Cimmerio Enric.

Supersonic-Man

4 comentarios:

Tío Einar dijo...

Te acompaño en el sentimiento, tiene que haber sido muy muy MUY duro...

hollín dijo...

Ojalá no me inviten nunca a un antievento así, y encima los niños van de listos!
Que la magia es chula!! Que yo flipo cuando mi vecino me hace trucos con monedas! Claro, es que no son trucos, ¡es magia! :)))

Harry Haller dijo...

¿ Sabíais que el que desenmascaró el truco de las cucharas ante el mismísimo Uri fue un mago catalán, en un congreso de magia celebrado por nuestras tierras ?

Me abstengo de desvelar el truco por no romper la magia si aun hay quien no lo conozca...

Un abrazo

Supersonic-Man dijo...

Y luego se hizo amigo de Michael Jackson. Los caminos del señor son inescrutables.