miércoles, 6 de julio de 2011

¿QUÉ LE PASA AL CEREBRO DE UN ZOMBI?

Los que nos seguís habitualmente, ya sabéis que siempre intentamos ofreceros información y acercamientos a cosas supuestamente culturetas que no os servirán de nada para ser una persona de provecho el día de mañana, por algo somos caterva y por algo no somos nadie el día de mañana, ni siquiera el día de hoy, que intentamos sobrevivir a los delirios del dios Sol. Pero cuando alguna vez os hemos insistido en ofreceros valiosísimas y siempre confidenciales datos y pautas de conducta de supervivencia ante un inminente ataque de zombis enajenados, reincidimos en que deberíais de tomarnos más en serio de lo que habitualmente hacéis, porque vuestra valiosas e indignadas vidas depende de ello. Aquí y ahora Fanzinosis es consciente de ello.

Esto me sucedió cerca de tú casa:


“IKEA. Sábado, 2 de julio (1º de mes, uppss¡¡¡) Rebajas, Hospitalet de Llobregat (superpoblación) por unos cuantos motivos y una alineación de planetas y bajo una coacción rozando el secuestro, me vi arrastrado a tener que adentrarme en este abismo para buscar un artículo puñetero, que casi que mejor que me hubiese aventurado a buscar el santo Grial y hubiese acabado antes.
Ante la presión y el inevitable encuentro con esta meca del zombismo, mi instinto de supervivencia empezó a marcar ciertas pautas para aligerar los riesgos que amenazaban mi vida . Para infiltrarme opto por ir a la 15.00 horas, suprimiendo mi hora de comida ¿los muertos vivientes echan siesta? Era un riesgo que debía correr. 32 grados asfixiantes en la calle, claro, luego dentro 5 grados bajo cero con ventiscas polares. Planos de ubicación del artículo revisados hasta el aburrimiento y la
Guía de supervivencia zombie en mano. Imprescindible, vital.
Soy informado de que el centro consta de plazas de parking para vehículos familiares tipo monovolúmenes y que están situadas junto a la entrada. Primer revés. Dichas plazas estaban usurpadas por coches tuneados biplaza e incluso por mini-coches. Resignado aparqué en una plaza en la que tuve que salir por el maletero, ya que no podía abrir las puertas de lo estrecha que era. Subo las escaleras a pata, evitando así las hipnóticas cintas transportadoras de cuerpos humanos que te adentran hasta el mismísimo averno. Localizo las flechas abducionadoras que te indican por dónde tienes que arrastrarte hasta conseguir que te olvides de qué cojones venías a comprar. En un arrebato de lucidez, inicio mi búsqueda en sentido contrario de dichas fechas, ya que mi objetivo se encontraba cerca de la salida. Las hordas ya comenzaban a deambular por los pasillos, libreta en mano y cinta métrica como señuelo identificativo. Intenté no mirarlos directamente y empecé a sortearlos entre artículos alucinantemente imprescindibles y atractivos. No debía de desfallecer, mi objetivo era clave, mi preparación metódica y letal. Varias veces tuve la tentación de preguntar a empleados del centro de cómo encontrar un atajo, pero mis conocimientos saben que estos
perros fieles hablan palabros muertos que te conducen a la perdición: Puf, woks, chaiselongues son sonidos que emiten para entrar en tu celebro. Localizo mi santo grial y tras comprobar en el etiquetaje que las medidas no se ajustaban a mi objetivo, reculo en mi dedicación al observar como legiones de seres arrastantes me rodeaban armados de cintas métricas y miradas desorbitadas (¿por qué se arman de cintas métricas si todo está perfectamente medido y detallado?) es el momento de abandonar mi osadía y regresar. El hambre ahoga mis tripas y atravieso zonas de avituallamiento que rezaban mini frankfurt a 50 céntimos, bikinis de yeso a 1,50, sándwiches de polispam a 2 euros o coca colas con taladrina a 70 céntimos. Por una vez comprendo las preferencias culinarias de los muertos vivientes y empiezo a encontrar apetitosa la carne humana, en general, claro. Cruzo almacenes de recojida de trastos desmontados, donde los no-muertos organizan su fin de semana calculando las ociosas horas que van a necesitar para montar ese imprescindible tocador para su habitación de 4 metros cuadrados. Tarea similar en creatividad como sacudir las alfombrillas de tu coche un domingo por la mañana.

Consigo abandonar ese templo del zombismo en 24 minutos.
Objetivo conseguido. Todo un éxito. Todos mis años de instrucción han dado sus frutos. Pero……….. ¿Qué cojones iba yo a comprar? Y… ¿Qué hago con un rallador de cocina con forma de cencerro en la mano? Os lo dije, no somos nadie.





Para llegar hasta este nivel de preparación, os animo a que leáis algunos detalles en ¿Qué le pasa al cerebro zombi? En colaboración con la "Zombie Research Society" (Sociedad para la Investigación de los Zombis), el neurocientífico Bradley Voytek ha analizado el comportamiento de los zombis que aparecen en cómics y películas desde un punto de vista neurológico, y el resultado es un improvisado manual para entender sus desórdenes y evitar un hipotético ataque. VITAL COMO LA VIDA MISMA


Luego no digas que no te lo hemos advertido.




Supersonic-Man


5 comentarios:

Tío Einar dijo...

Podría disertar largo y tendido sobre este putrefacto tema, pero tú y yo sabemos, socio, que no te descubriría nada nuevo. Simplemente duerme en la cama más alejada de la puerta... (para que te de tiempo a escapar por la ventana mientras los zombies devoran a tu hermana... )

beta dijo...

Brutal amigo, como siempre. Imprescindible la guia de supervivencia...
Yo me decanto por el hacha. Tiene menos glamour que la moto-sierra, pero no necesita gasolina ;)

hollín dijo...

Ikea, sábado, rebajas... ¡¡inconsciente!! Abrase visto una manera tan gratuita de poner en riesgo tu vida!!!

Supersonic-Man dijo...

juro que me torturaron mucho mucho para convencerme...

Lex Luthor dijo...

Ja,ja,ja...."Kill My Death".