Recuerdo que no dejaban pasar comida y un apurado segurata de la entrada persiguió a una chica que comía una manzana. Durante la patética y vitoreada persecución por dentro del recinto, la infractora engulló la manzana entera para desesperación del desconcertado gorilón.
Recuerdo como mi teoría de que las chanclas son el calzado más aberrante ideado por la humanidad, llegó a su cumbre cuando un rio, repito, un rio de orines que se desbordó de una de las cabinas de la muerte, atravesaba uno de los pasos obligados para cambiar de escenario y el respetable que lucía esta simpático atuendo, tenía que cruzarlo, mejor dicho, hundir los pies en una pasta aterradora de meados y lodo, que nosotros solíamos llamar cariñosamente Los Ñordales.
¿Qué son las cabinas de la muerte? Pues son esos lavabos portátiles que se usan en festejos y concentraciones y que no tienen límite para las abominaciones del ser humano. Bien adentrada la madrugada también se les puede llamar cabina del tiempo, ya que hemos visto personas entrar con veintipico de años y salir con aspecto de tener 73 y el semblante de haber visto al mismísimo demonio. No voy a describir la concentración de gases y caldos letales que se concentraban en dos metros cuadrados de PVC caliente, todo ello aliñado con un dulzón hedor a fresa salvaje o plátano tropical. Una vez más me repito e insisto en que la humanidad merece ser exterminada de la faz de la tierra, lentamente y con mucho dolor.
La zona de acampada, si no ha cambiado, solía ser un árido patatal donde los sumerios solían lapidar a los violadores y donde la sombra más cotizada, podía ser la que proporcionaba alguna zarza seca o alguna oportuna ortiga. Total, que te acostabas a las cinco de la mañana y a las ocho tenías que salir corriendo antes de morir de inhalación dentro de la tienda, por no hablar de unas cigarras mutantes que emitían unos ultrasonidos de apareamiento tan aterradores ,que cualquier melodía de radio taxi te sonaba a cantos de sirena. Momento que aprovechabas para refrescarte en las duchas comunitarias tipo Auschwitz y que todo hay que decirlo, lo mejor de las instalaciones, ya que la mitad de l@s jóvenes no llevaban ningún atuendo para la ocasión, repito ninguno. Tengo un amigo que me pidió mis chanclas (de piscina, ojo) y no volví a verlo más. Un recuerdo para Carlos Tonetti, te queremos.
Si querías seguir durmiendo un poco más, la solución era coger la toalla o esterilla y tenderla en medio de la calle del pueblo aprovechando cualquier sombra que durase más de media hora. La postal de las calles de Benicassin al medio día era sobrecogedora. Muchas fotos del terremoto de Haití fueron sacadas de los archivos fotográficos de este festival, fijo.
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La zona de acampada o refugiados, estaba justo al otro lado del pueblo, o sea, que para peregrinar a la zona de conciertos, tenías que atravesar todo el pueblo con la lucrativa intención del ayuntamiento de que te dejases el dinero también en el pueblo. Uno de los recuerdos que me llevé, eran esos carteles que colgaban en los lavabos de bares y restaurantes donde rezaba “PROHIBIDO LAVARSE LOS PIES”. Pobres chancleros.
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Supersonic-Man
3 comentarios:
jajaja...aquí as nombrado verdades como puños que muchos hemos vivído.Pero también es verdad que con 15?años menos todo se ve de otro color y esos pequeños detalles no les dábamos importancia ya que lo nuestro era el "ROCK".Que recuerdos...todavía me estoy riendo...
Joer, pues yo me he emocionado...
Que reuerdos, Super, que recuerdos. Suscribo todo lo que has dicho y corroboro que cierto, incluido lo de las "paellas de Enrique" a las 5am: no eran espejismos.
Por cierto, recuerdas las carreras de Karting? jaja!
Y las tortillas de nuestro bar preferido, el BeniJamon (tardé 4 años en darme cuenta que lo de Beni era por Benicassim. Pensaba que era el nombre del dueño, flipa)
Echo de mucho de menos toda aquella incómoda inmundicia...
Antuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan!!!
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