ADAM YAUTH

Recuerdo cuando tenía 17 años y frecuentaba locales permisivos a la hora de dejar entrar a imberbes con camisetas de Depeche Mode. Recuerdo que en lo más alto de lo que nos empujaba una cerveza (que nos duraba una hora) y temas musicales destinados a individuos menos cerriles que los que campaban por aquellos tiempos del Torete y el espagueti-disco, necesita arrancar un airguitar sin parecer un jevi y poner cara de enfadado sin parecer rapero encrackado de algún callejón humeante de vapor. Entonces llegaba el momento de acosar al pinchadiscos del turno y pedirte 'No Sleep Till Brooklyn' de los Beastie Boys. Eran años delicados en que algún despistado confundiese nuestra petición con los Beach Boys y la cosa no dejaba de ser comprometida, pero os puedo prometer que rara vez sucedía, y cuando soltaban este pildorazo, despertaba en mí una gamberrez que hasta yo me asustaba. Muchos de los que congregaban estos tugurios no sabían cómo posicionarse ante tal castañazo de guitarras y gritos que te invitaban a asustar ancianas y a robar todos los logos de Volkswagen de la ciudad, pero yo no dudaba en desinhibir mis estímulos y dar botes como un endemoniado. Esto sucedió hace mucho, sucede ahora, sucederá siempre, pero ya nada será igual.



Supersonic-Man