Uma Thurman entra a la taberna.
Timothy Hutton toca el piano en solitario con una copa de más. Uma se le acerca y descubre en
su boca esas palabras que permanecían anquilosadas en algún lugar entre su mente y sus labios. La presencia de Uma es un espejismo al que confesar todas nuestras humanidades. El güisqui lubrica la lengua y las frases cabalgan sin lastre hacía unos oídos tolerantes, amables, lindos. La química encendida por la chispa de una noche solitaria, empieza a prender hacia una velada
abierta a muchas expectativas. Una caseta de pescadores sobre un manto helado, rebasa los poderes de esa química y se transforma en magia. Fluye esa noche perfecta donde todos los dioses los miran con envidia y ese derroche desatado de confesiones etílicas, encuentra en una ingenua proposición el final a esa magia. La chica se va y promete un incierto encuentro en algún lugar, en algún momento. (ver vídeo)
Se acaba de filmar una escena en el subconsciente de muchos hombres. Y eso que el sexo no hace presencia.
Todos o casi todos aceptamos el juego del lenguaje cinematográfico, y gracias a ese pacto podemos ver en las películas a coches aparcar sin maniobras y sin traumas de espacio y no nos vemos obligado a sufrir el rostro de
Cher recién levantada y sin maquillar.
También aceptamos la cruda realidad de que el 95% de los directores de cine son hombres y que bajo esa perspectiva, más o menos creativa, más o menos terrenal, la imagen de la mujer es representada desde esa dudosa subjetividad que nuestras bajas y altas pasiones nos permite, a veces con un trasfondo moral, a vece
s con un disfraz políticamente correcto, pero muy a pesar del respetable, lejos de una realidad cotidiana y sin despojarla de estereotipos manidos. De momento esto parece que seguirá así durante mucho tiempo y como siempre, la partida de taquilla la ganan esas frescas que acosan a
James Bond o las amazonas de
Tarantino. Mujeres proyectadas desde la imaginación masculina.
Mientras seguiremos soñando con dar las buenas las noches a Uma Thurman o resignarse a que
Natalie Portman sólo es una promesa de 13 inviernos con un futuro
increible.
Yo me quedo con
Beautiful Girls y esas chicas que aceptan todas nuestras infantiladas, por que así nos gusta imaginárnoslo y así nos lo ofrece el cine. ¿Acaso el verdadero amor no es ese que persiste a pesar de nuestros defectos?
Adoro esta película, pero más adoro mis verdaderas chicas lindas. Siiii vosotras.
Supersonic-Man